Comedia musical en tres actos. Libreto de Giuseppe Pizzolato, basado en Carlo Goldoni.

Personajes: Lunardo, comerciante en antigüedades (bajo); Margarita, su segunda mujer (contralto o mezzo-soprano); Lucieta, hija de Lunardo (soprano); Maurizio, comerciante (barítono o bajo); Filipeto (tenor); Marina, tía de Filipeto (soprano); Simón, comerciante, su esposo (bajo o barítono); Cancian, rico burgués (bajo); Felice, su esposa (soprano); el conde Riccardo, un noble (tenor); una joven criada (mezzosoprano).

Lugar y época: Venecia, siglo XVIII.

Argumento: «Cuatro ciudadanos de la ciudad de Venecia -dice Goldoni-, los cuatro con el mismo oficio, la misma fortuna y el mismo carácter: personajes difíciles y rudos, se atienen a las costumbres y usos de los viejos tiempos y desprecian las modas, los deleites y la compañía de sus contemporáneos. Por lo tanto cuatro "rústicos", que, a pesar de ser comerciantes ricos, se enfrentan de manera grosera e incomprensible a sus esposas y familiares, y los tratan en consecuencia. La moraleja de esta pieza no se "sobreentiende" hoy, pues apenas hay ya partidarios de las viejas y sencillas costumbres. Pero hay hombres que en sus casas se comportan con rudeza y en otros lados simulan ser encantadores». El ilustre comediógrafo veneciano afirmó esto hace dos siglos. Los presupuestos de la obra apenas tienen ya actualidad: los padres de dos jóvenes, una mujer y un hombre, deciden casarlos sin darles la oportunidad de conocerse. Pero eso no importa: hoy vuelve a gustar el teatro «antiguo». Y el texto es encantador. Interviene el destino; es decir, las mujeres. Confunden de tal manera la situación, en sí sencilla, que finalmente sale lo que debe salir. ¿Cómo? Seguro que ni ellas lo saben. Los dos jóvenes se enamoran a primera vista. Mucho ruido, muchísimo ruido... y pocas nueces. Las mujeres triunfan sobre los «rústicos», la pareja de enamorados es casualmente la pareja de novios elegida por los «rústicos». Todo termina de manera satisfactoria, después de innumerables complicaciones que solamente un maestro como Goldoni pudo inventar y encauzar a voluntad.

Fuente: I quattro rusteghi de Carlo Goldoni le pareció a Wolf-Ferrari, que acababa de tener un gran éxito con Le donne curiose, el tema ideal para seguir su carrera por el mismo camino.

Libreto: Una vez más fue Luigi Sugana quien concibió el proyecto, como en Le donne curiose, pero no pudo terminar el libreto. Después de su muerte lo hizo Giuseppe Pizzolato. Conservó el ingenio, el humor grotesco, el movimiento y los gags (como suele decirse en el lenguaje de la crítica cinematográfica) del original.

Música: Por lo que a la adaptación al texto se refiere, la puesta en música de I quattro rusteghi es más eficaz que en Le donne curiose. Al oír esta obra tenemos la sensación de estar frente a un nuevo Rossini, un Donizetti o un Auber, antes que frente a un Haydn, un Cimarosa o un Mozart, modelos sobre los que al parecer fue creada la pieza anterior. Sin embargo, la música es contemporánea, contiene armonías móviles que, sin abandonar el terreno de la tonalidad, modulan en forma audaz y variada. Wolf-Ferrari es particularmente imaginativo en el aspecto melódico.

Historia: Una vez que se hizo notorio el vínculo espiritual —casi se podría decir la afinidad de alma— con Goldoni, éste ya no habría de cortarse. Wolf-Ferrari comenzó a trabajar en I quattro rusteghi después de la aparición de Le donne curiose, y terminó en 1905. El estreno tuvo lugar nuevamente en Munich, en traducción alemana. Aquella función del 19 de marzo de 1906 aportó al compositor su éxito tal vez más grande. La obra, muchas veces representada, sobre todo en Alemania, ha perdurado después de las dos guerras mundiales.

Fuente: "Diccionario de la Ópera" de Kurt Pahlen